lunes, 25 de febrero de 2013

Día 1, El encuentro



Lee, pupilo, y descubre que soy Jubeka Domasombras y es mi obligación compartir los conocimientos de mi orden con los que poseen la habilidad de leer este documento.

Tras la caída de Alamuerte, quedó claro que la magia de los brujos era inferior a las amenazas que acechaban Azeroth. Por ello, nuestro consejo de seis brujos se reunió para investigar la nueva magia que había tras estas amenazas.

Al principio los seis nos negamos a cooperar, culpándonos los unos a los otros. Tras varias noches de discusiones, el brujo humano Kanrethad habló:

"Tras el Cataclismo, la creciente tensión entre la Horda y la Alianza empujó a los grandes héroes de Azeroth a entrenarse para la guerra. Los guerreros izaron sus estandartes de guerra, los caballeros de la Muerte de Acherus aprendieron a controlar a los no-muertos y hasta se rumorea que los magos estudian cómo alterar el tiempo".

"La implacable oscuridad que inundaba Azeroth ha sido repelida. Cho'gall está muerto y los restos del Martillo Crepuscular se han dispersado. Ragnaros ha sido derrotado y sus ejércitos se han retirado a las Tierras de Fuego. Alamuerte y sus dracos Crepusculares han sido destruidos. Sin embargo, resulta difícil olvidar los poderes que gobernaban... poderes que están ahora a nuestro alcance".

"De hecho, entre nosotros hay varios que se han enfrentado directamente a su poder", dijo, apuntando a una figura encapuchada al otro lado de la habitación. Una risa profunda y siniestra resonó en la habitación mientras la capucha estallaba en llamas y dejaba a la vista al encantador orco Ritssyn.

"Es verdad, piel pálida, yo estaba allí cuando cayó el Señor del Fuego. No pueden ni imaginar la intensidad de su llama". El resplandor de los ojos de Ritssyn arrojaba sombras espeluznantes sobre su cara quemada y su boca llena de colmillos. 

"No es verdad", dijo una voz femenina desde el otro lado de la mesa. Era Shinfel, una elfa de sangre adornada con púas de elementium Crepuscular. "Nadie conoce el horror hasta que no es prisionero en su propia mente". La sangre de Shinfel se corrompió durante la batalla con Cho'gall y la corrupción que emanaba de su piel le había provocado unas marcas negras en los brazos. La experiencia solo había servido para aumentar la intensidad de su sadismo.

Shinfel continuó: "Hasta las llamas del Señor del Fuego quedaron eclipsadas por el caos que desató el Destructor". Se detuvo un momento y observó a un huargen que guardaba un inquietante silencio. Zinnin estaba presente cuando Alamuerte fue destruido y no había dicho una sola palabra desde entonces. Zinnin frunció el ceño y luego gruñó a Ritssyn.

Kanrethad se levantó de la mesa y tomó aire profundamente. "Por eso estamos aquí. No siento el más mínimo aprecio por ninguno, pero todos hemos presenciado muestras de un poder superior. ¡Imagínen la furia del magma de las Tierras de Fuego combinada con el caos imparable de Alamuerte! ¡Incluso los poderes de la Legión Ardiente serán inútiles contra nuestras llamas!".

Ritssyn se subió encima de la mesa y rió: "¿Y quién va a hacerlo? ¿Tú?", dijo. "No lo creo. No se te ha visto en ninguna batalla desde el asedio contra el Templo Oscuro. Si no fuera porque has compartido los secretos de la transformación de Illidan con este consejo, te mataría solo por haberte atrevido a invocarme".

Kanrethad frunció los labios durante un segundo, pero se relajó y continuó: "No. El alcance de esta tarea excede la capacidad de cualquier miembro presente. Propongo que este consejo se divida en parejas. Ritssyn y Zinnin llevarán a un grupo a Sulfuras; Shinfel y Zelfrax perseguirán a los miembros restantes del Culto del Martillo Crepuscular y... los convencerán para que compartan lo que han aprendido".

Un gnomo con marcas en la cara aplaudía con alegría.

Kanrethad continuó: "Volveremos... dentro de un año y llevaremos los resultados de nuestras expediciones a nuestras propias sectas, con más poder del que habríamos conseguido por separado".

Ritssyn frunció el ceño al ver la codicia oculta en las palabras del humano bailar en las caras del consejo. "¿Y qué evitará que matemos a nuestros compañeros mientras duermen una vez que hayamos triunfado?".

Kanrethad frunció el ceño y gruñó: "Lo hará el juramento de que si algún miembro de este consejo rompe el contrato y no vuelve o vuelve solo, los demás acabarán con él y desterrarán su alma para siempre. Triunfaremos juntos o moriremos solos".

Ritssyn era un brujo poderoso; seguramente podría vencer a  Kanrethad él solo. ¿Pero enfrentarse a los cinco? Todos le vimos dudar y acercamos las manos a nuestros pergaminos y armas.

"Está bien", accedió de mala gana Ritssyn. "Participaré en tu estúpido encargo, pero antes debo saber dónde van a ir tú y esa miserable Renegada, Jubeka".

"¿Yo?", dijo Kanrethad con una sonrisa malvada. "Voy a volver... a Terrallende".


Y así fue como con el descubrimiento de este documento tuvo lugar la primera reunión del Santuario Oscuro. Sus miembros fueron puestos al corriente de estos acontecimientos y de la carrera por la búsqueda de poder que estaba teniendo lugar. 

-"No podemos quedarnos atrás, hermanos"- Dijo Chantalle -"Debemos iniciar nuestra propia búsqueda o de lo contrario seremos el pez pequeño al que se comerán."-

Los miembros del Santuario Oscuro, al igual que los maestros del Consejo de la Cosecha, no se profesaban especial simpatía, sin embargo cada uno tenía sus propios motivos; motivos muy poderosos, tanto o más como lo que esperaban encontrar en este viaje.

Aquel aquelarre estaba formados por gentes dotadas de diversos poderes, poderes que habría que mejorar, poderes que compartir y sobretodo, poderes que deberán usar...